Directo al cristal


-Son como cristales que llenan tu cara. –Me dijo. Pero ésos no te cortan, sólo te recuerdan que te cortaste o que estás a punto de caerte a pedazos. Nacen, se deshacen, rozan tu piel por un momento y luego lo único que queda de ellos es la sal, reseca, rota. Cristales que filtran tu mirada para sólo dejarte ver donde te duele o marcarte una arruga infinita en la frente, ésa, la del espejo, convertida ya en un bache, en un agujero permanente que te grita que has pasado los años llorando. Que te pagaron por cada gota y que ahora estás dispuesto a pagar por seguirlo haciendo.

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